Son sensaciones raras, que nunca había tenido. No había vuelto a Buenos Aires en todo el año, ni me había vuelto a ir, con lo que cuesta, ni me había instalado del todo Berlin. En los dos lados me siento en casa, me resulta imposible no comparar algunas cosas, aunque tampoco le encuentro sentido a comparar dos mundos distintos. En las dos ciudades me siento en casa, el desafío ahora, hablando de casas, es terminar de ordenar el quilombo que dejó Griego en Bata, comprar muebles y poner en marcha esta casa divina, que ya empieza a tener un poco de nuestra onnnda.
Este querido sillón vino desde Mannheim, gracias a que lo trajo el dueño de aquel depto y lo dejó en un depósito suyo. No fue divertido subirlo cuatro pisos por escalera.
Lo primero que trajimos a la casa fueron cinco libros. Ahora tenemos algunos más.